miércoles, 22 de agosto de 2012

LA MUERTE DE CARLOS MUGICA.



Carlos Mugica fue asesinado e
l 11 de mayo de 1974, cuando, después de celebrar misa en la iglesia de San Francisco Solano –situada en la calle Zelada 4771, en el barrio de Villa Luro–, se disponía a subir a su humilde Renault 4-L, cuando un triste personaje –en el que algunos testigos creyeron reconocer al comisario Rodolfo Eduardo Almirón, el jefe de la "Triple A" lopezrreguista– bajó de un auto y le pegó cinco tiros en el abdomen y en el pulmón. El tiro de gracia se lo dio en la espalda. 
Una manera infame de acabar con la vida de un hombre digno, que siempre respetó antes que nada su mandato interior, ese que nacía de su pueblo y que se prolongaba luego en su propia voz.

¿Por qué lo mataron? Hay preguntas cortas que exigen respuestas largas. Mataron al padre Mugica porque sabían que su muerte provocaría una conmoción, y apostaban al caos que se cierne como una tormenta sobre la inmensa mayoría de los argentinos, que ya se quedaron afónicos reclamando paz y libertad para trabajar.
Creíamos que habíamos perdido la capacidad de asombro ante nuestro purgatorio cotidiano de bombas, secuestros, torturas, asesinatos.
La lista no toleraba excepciones. Incluso fueron asesinadas mujeres y secuestrados niños.
Pero algo faltabaNUNCA SE HABÍA ASESINADO A UN SACERDOTE.

¿Por qué conmovió tanto su muerte? El padre Mugica tenía "ángel" o carisma. Se hacia querer. Incluso por sus enemigos. Era de temperamento apasionado, "calentón", como se dice en la calle, del que se embala rápidamente. Pero embestía de frente. A cara limpia. Sin más armas que su crucifijo y su manera combativa de entender su sacerdocio. Fue muchas veces arbitrario, injusto. Lo reconoció. Tan rápido para la equivocación como para la rectificación. Pero en todos los casos de buena fe, sin mala conciencia, sin especular. Seguía siendo "Carlitos".
El que en lugar de defender a los pobres vivía a su lado, predicaba con el ejemplo. Lo asesinaron en Mataderos, al salir de misa, y cuando el padre Jorge Vernazza le dio la extremaunción las últimas palabras del sacerdote asesinado fueron:
"NUNCA MAS QUE AHORA DEBEMOS ESTAR UNIDOS JUNTO AL PUEBLO"
¿Era un político o un sacerdote? Un sacerdote. Y por eso lo mataron. Cuando se le planteó la disyuntiva de optar entre la política y su sacerdocio, siempre eligió los hábitos. Por eso rechazó la candidatura a diputado que le ofreció el FREJULI. El libro que publicó el año pasado se titulaba "Peronismo y Cristianismo", pero aunque su toma de posición política fue clara en todo momento, también fue igualmente clara su decisión de mantenerse como sacerdote. Alguna vez estuvo preso, pero nunca fue sancionado por la jerarquía religiosa.

¿Lo mataron por motivos ideológicos? No. Pero es útil saber cómo opinaba últimamente el sacerdote asesinado. Conviene conocer el pensamiento actualizado de Mugica, un sacerdote que —como siempre lo dijo— acató el pensamiento del Tercer Mundo "en comunión con los obispos". Pero, se insiste, no es un asesinato ideológico. En estos momentos, tanto la víctima como los sectores a quienes se pretenda endosar el asesinato son igualmente destinatarios de una violencia que los trasciende y que está más allá de los intereses mayoritarios y nacionales.
LAS IDEAS NO SE MATAN.
Y ahora ¿qué? A trabajar, como siempre. A mantener la cabeza fría mientras las circunstancias hierven. A no hacer lo que nuestros enemigos nos quieren empujar a realizar. Este rosario de muertes para provocar tiene que tener un sentido totalmente inverso al que pretenden. Por encima de nuestros muertos, de cualquier bando, tenemos que estar unidos para respetar no sólo el mandato de hermandad de todas las religiones sino el explícito pronunciamiento de las urnas en marzo y setiembre de 1973.
El pueblo votó por la paz. El pueblo está haciendo lo imposible para conservar la paz.
Se necesita mucho coraje para no perder la calma y dejarse llevar por la bronca, arrasando lo que está delante nuestro. Pero sería un blanco equivocado. Actuaríamos como proyectiles involuntarios de los asesinos. Destruiríamos lo nuestro. Porque es muy fácil hablar de guerra civil, de violencia, de la sangre como partera de la historia. Pero nada es más cruel que la guerra entre hermanos.
Mugica lo comprendió. Y después de haber levantado muchas veces la voz para proclamar la fuerza de sus ideas políticas, sus reflexiones lo mostraron buscando un camino pacífico para llevarlas a la realidad.

HOMENAJE AL PADRE MUGICA


Homenaje al padre Carlos Mugica realizada el día viernes 11 de mayo de 2012. Asistieron más de 400 personas, en conmemoración del 38 aniversario de su asesinato.


La jornada, convocada por La Cámpora, Kolina, Organización Barrial Tupac Amaru, Frente Transversal Nacional y Popular, Corriente Descamisados y Proyecto Justicialista, se desarrolló con múltiples actividades a lo largo del día y con una fuerte presencia del Estado Nacional.
En el playón central de la villa se colocó un camión de carne y lácteos y diversos operativos para consultar e iniciar trámites en el Anses, el PRONUREE para que todos los vecinos cambiaran lámparas de uso común por las de bajo consumo y el operativo de Salud mediante el cual se realizaron vacunaciones y controles médicos básicos. Por su parte, a los niños se los invitó a participar de obras de títeres y un taller de construcción de instrumentos.
Por la tarde, los compañeros de Cultura pintaron, junto a los vecinos, un mural con el rostro de Mugica en la U.B ´Patria Grande´. “Tu misma lucha” fue la frase que se utilizó para dejar inscripta en una de las paredes de la villa. Luego, se dio inicio a la jornada solidaria para contribuir al mejoramiento de una de las canchas de fútbol de la villa, la “Canchita Luján”. Cerca de las 18 horas, militantes y vecinos se trasladaron a la Capilla Cristo Obrero, en la que daba misa el Padre Mugica y, en esta oportunidad, daría el Padre Guillermo.
Luego de la misa, el homenaje continuó en el “Comedor Padre Carlos Mugica”, lugar en el que se proyectó el documental biográfico de uno de los hombres que supo marcar una época en el peronismo, siendo el más fiel representante de la Iglesia del movimiento de curas tercermundistas. El film fue realizado por el Vicegobernador de la Provincia de Buenos Aires, Gabriel Mariotto, quien también se hizo presente en la actividad y dedicó unas palabras a los presentes.
Tuvieron también la participación de el Ministro de Trabajo de la Nación, Carlos Tomada, la Ministra de Seguridad Nilda Garré, también estuvo presente Juan Cabandié, referente de La Cámpora y presidente del FPV en la Legislatura porteña, y por útlimo Andrés "Cuervo" Larroque, Secretario General de La Cámpora y Diputado Nacional, que emocionó a los presentes afirmando que “hay que recordarlo con la alegría de saber que el proyecto, el modelo o el país por el cual él peleó y por el cual fue asesinado, es una realidad efectiva gracias a la gestión de Néstor Kirchner y de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner”.
De esta manera, el homenaje concluyó con el comedor colmado de aplausos y una profunda emoción en recuerdo a un hombre que dio la vida por su pueblo y los vecinos de la Villa 31 y hasta el día de la fecha sigue siendo un ejemplo de compromiso y de militancia para todos.

ENTREVISTA A CARLOS MUGICA (1972)



Entrevista Revista Siete Días, 1972

 

Fue muchas veces señalado como un sacerdote subversivo. Sin embargo, Carlos Mugica (el polémico capellán porteño) cree respetar los mandatos de Cristo y descerraja sus iras contra "las jerarquías clericales comprometidas con el dinero, el privilegio y el desorden establecido en todo el país".

Fue muchas veces señalado como un sacerdote subversivo. Sin embargo, Carlos Mugica (el polémico capellán porteño) cree respetar los mandatos de Cristo y descerraja sus iras contra "las jerarquías clericales comprometidas con el dinero, el privilegio y el desorden establecido en todo el país".

Es una ráfaga implacable, un martilleo de palabras, la lúcida coherencia que se transmite eléctricamente al gesto en esa permanente y reconcentrada actitud del que amenaza con violentar todos los esquemas -un dogma, una religión, una filosofía- pero repentinamente cede y adopta posiciones expectantes. Rubio, de ojos azules, pulóver de cuello alto y pantalones negros, no parece un sacerdote; sólo los libros que trepan por las paredes de su departamento de un ambiente, en el barrio de Palermo, en Buenos Aires, denuncian la presencia de un miembro de la Iglesia Católica.

Es que Carlos Mugica (39, profesor de teología en las facultades de Economía, Ciencias Políticas y Derecho de la Universidad del Salvador y capellán de la parroquia San Francisco Solano, en Villa Luro), a diferencia de la nueva corriente de sacerdotes católicos, prefiere ignorar ese halo paternalista, el status privilegiado que la sociedad se empecina en otorgarle, para dar de sí -espontáneamente, sin premeditación- la imagen de lo que cree ser: simplemente un hombre común, con toda la riqueza y las limitaciones de los seres humanos; a lo sumo, siente quizá con más profundidad que sus "hermanos" -palabra habitual en su vocabulario- una problemática responsabilidad, ser también mensajero de sus conflictos.

Pero esa humildad -que se refleja inflexivamente en su manera de vivir- no le posibilitó soslayar una creciente popularidad alrededor de su figura. Lo publicaron así sus declaraciones por radio y televisión ("El socialismo -espetó en una de las emisiones del programa Tiempo Nuevo, dirigido por Bernardo Neustadt, en Canal 11- es el régimen que menos contraría la moral cristiana"); lo sacaron del anonimato pronunciamientos tales como el que barbotó cuando Arturo Illia fue elegido presidente de la Nación: "Hoy es un día triste para el país -dijo Mugica el 12 de octubre de 1963-, una parte importante del pueblo argentino ha sido marginado de los comicios y será dirigido por un hombre a quien sólo votó el 18 por ciento de los electores".
El fogoso sacerdote reconoce que fue arduo el camino recorrido para que pudiera recalar, finalmente, en esas posiciones, "no extremas -defiende- sino coherentes con la actual actitud de un grupo relevante de obispos de la Iglesia Católica".


-Sin embargo, cuando usted eligió ser sacerdote no enarbolaba las mismas banderas. 

-En efecto. Ingresé al seminario hace 18 años, en 1951, y vivía en esa época, el catolicismo individualista, fiel al slogan "salva tu alma".

-¿Qué significaba para usted ser sacerdote? 

-Salvar mi alma, es decir: ir al Cielo, buscar la felicidad, esa que está en Dios. Evidentemente era bastante egoísta mi actitud, aunque también entonces cambió radicalmente mi vida, porque fue cuando descubrí la alegría de vivir en Dios.

-¿Quién es, qué es Dios? 

-Definitivamente, Dios no es una idea sino alguien. Dios es una persona que se entregó totalmente a mí y se dejó matar por mí. Para mí Cristo es mi Señor, mi amigo, mi maestro, mi modelo de vida. Su entrega tiene un valor especialísimo: Dios es un ser que en lugar de servirse del hombre se pone al servicio del hombre y por eso todo hombre que da su vida por los otros sea un ateo, un marxista, o lo que fuere-, ése, verdaderamente se une a Cristo.

-¿Quién consolidó en usted el cambio de actitud que se atribuye? 

-Un sacerdote francés, el abate Pierre, de quien todavía recuerdo una frase decisiva: "Antes de hablarle de Dios a una persona que no tiene techo es mejor conseguirle un techo". Es decir que conseguirle techo a una persona ya es hablarle de Dios. No nos olvidemos que Cristo curaba a los enfermos, les daba de comer a los que tenían hambre y de beber a los que tenían sed. Y no lo hacía para que después escucharan el sermón sino porque esa es su manera de amar: agarrando al hombre por entero. Antes de ingresar en el seminario yo tenía una visión maniquea de la existencia. El alma era buena y el cuerpo malo. Eso viene de Platón, y se metió en la Iglesia con San Agustín; aún perdura esa concepción, sobre todo en lo relativo al sexo. Pero estamos viviendo un amplio proceso de liberación para desterrar esa actitud individualista del seno de la Iglesia. Antes, como muchos de mis compañeros que luego también evolucionaron, yo estaba preocupado por la salvación de mi alma. Luego empecé a preguntarme ¿por qué salvar mi alma y no mi cuerpo cuando esa división no es, precisamente, una actitud cristiana? En la Biblia no se habla nunca de alma y cuerpo; la Biblia es un libro muy carnal, muy concreto, en el cual se define al hombre como polvo que respira.

-¿Qué sucede entonces cuando muere un hombre? Es decir, ¿no es su alma, según las concepciones cristianas, la que asciende al Reino de los Cielos? 

-Insisto en la falsedad de esa concepción dual. Ningún teólogo podrá decir nunca que, después de muerto el hombre, el alma queda flotando en algún lugar. Es una visión tonta, materialista, de la resurrección. No sabemos mucho al respecto. Toda imagen que podamos tener después de la muerte de un hombre es muy pobre. Sabemos, sí, que vivirá en Dios. Y suponemos que eso significa que va a estar presente como persona en todos los seres.


-Muchos cristianos siguen aferrados a esa concepción maniquea (alma: buena; cuerpo: malo). Y aún más: persisten en adoptar la posición que usted calificó de individualista. ¿A qué se debe? 

-A una visión distorsionada de la realidad. El cristianismo es esencialmente comunitario. No decimos "padre mío" sino "padre nuestro". Para entender claramente esto basta con acercarse al pueblo. Estar en contacto directo con él. Cuando yo estaba en el seminario iba a un conventillo de la calle Catamarca. Allí viví algo muy especial - trascendente en mi evolución-; precisamente en el contacto con los hermanos míos del conventillo descubrí lo que ahora llamaría el subconsciente de Buenos Aires. El día que cayó Perón fui, como siempre al conventillo y encontré escrita en la puerta esta frase: "Sin Perón no hay patria ni Dios. Abajo los curas". Mientras tanto, en el barrio Norte se habían lanzado a tocar todas las campanas y yo mismo estaba contento con la caída de Perón. Eso revela la alineación en que vivía, propia de mi condición social, de la visión distorsionada de la realidad que yo tenía entonces, y también la Iglesia en la que militaba, aunque ya por esa época muchos sacerdotes vivían en contacto directo con su pueblo.


-¿Qué papel supone usted que jugó la Iglesia en ese momento? 

- Pienso que entonces algunos sectores de la Iglesia estaban identificados con la oligarquía. No digo que la Iglesia volteó a Perón sino que contribuyó a voltearlo. Pero pienso que también había deterioro en las filas peronistas. Creo que el peronismo perdió fuerza revolucionaria desde la muerte de Evita.

-¿Cuál cree que debe ser su verdadero compromiso con los argentinos, con su pueblo? 

- Pienso, siguiendo las directivas del Epicospado, que debo actuar desde el pueblo y con el pueblo: vivir el compromiso a fondo, conocer las tristezas, las inquietudes, las alegrías de mi gente a fondo, sentirlas en carne propia. Todos los días voy a una villa miseria de Retiro, que se llama Comunicaciones. Allí aprendo y allí enseño el mensaje de Cristo.

-¿Qué mensaje? 

- Los signos concretos del mensaje de Cristo se pueden detectar cuando Él dice: "En esto se conocerá que ustedes son mis amigos, en el amor que se tengan unos a otros". Y el índice de mi adhesión al mensaje de Jesucristo es mi amor real, concreto, palpable, por mis hermanos.

-¿Cómo se manifiesta, cómo se materializa ese amor? 

-Es muy significativo que el capítulo 25 del Evangelio de San Mateo (versículos del 30 al 46) Cristo hable del Juicio Final en estos términos: "Cuando el hijo del hombre vuelva con sus ángeles a juzgar a los hombres los reunirá a todos en su presencia y va a separar a unos de otros como el pastor separa a las ovejas de los cabritos. Entonces va a decir a los de su derecha: vengan conmigo benditos de mi padre". Ahí se puede pensar, bueno, vengan conmigo benditos de mi padre porque fueron a pie a Luján, o porque tuvieron mucha devoción a San Cayetano, o porque hicieron y cumplieron muchas promesas, o porque dieron limosna a la Iglesia. Pero Cristo no va a decir eso. Va a decir: "Vengan conmigo, benditos de mi padre, porque tuve hambre y me dieron de comer, porque tuve sed y me dieron de beber, porque estuve en la cárcel y me vinieron a ver, porque estuve enfermo y me curaron, porque anduve desnudo y me vistieron". Es decir que en el Día del Juicio Final vamos a encontrar a la derecha de Dios a mucha gente que jamás pisó una iglesia y que sin embargo estuvo toda su vida amando a Jesucristo, porque estuvo amando de una manera eficaz a su prójimo, a sus hermanos. Y, lo contrario, Cristo va a decir a los de su izquierda estas palabras terribles: "Apártense de mí, malditos, al fuego eterno". ¿Por qué? Bueno, ahí podríamos pensar que porque no hicieron la comunión pascual, que porque no dieron limosnas. Y sin embargo, no. Cristo va a decirles: "Yo tuve hambre y no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber, estuve en la cárcel y no me vinieron a ver..." Y lo notable va a ser que algunos preguntarán: 'Pero Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y no te dimos de comer?' Y Cristo responderá: "Cada vez que no lo hicieron con uno de éstos". Y es en ese terreno donde se manifiesta mi amor, mi compromiso y el de todo hombre.

-¿Quiénes cree usted que no se comprometen a ese nivel?

-Aquellos que ven a un tipo sufrir en la villa miseria y dicen: "pobre". Aquellos que se compadecen pero pasan de largo y siguen viviendo como burgueses. San Agustín fue muy claro al respecto: "Hay muchos que parece que parece que están adentro de la Iglesia y sin embargo están afuera". Es decir: son muchos los que fueron bautizados o tomaron la comunión pero no tienen amor concreto por su prójimo. Son cristianos muertos, no son cristianos. Por eso hay mucha gente que va a comulgar a misa, cree que comulga pero solamente traga la hostia. Cree que recibe la comunión y no se da cuenta de lo que eso quiere decir. Exactamente: común unión. Y si yo voy a recibir la comunión y soy racista, o sectario, o un explotador que oprime a su hermano, me dice San Pablo: "Ingiero el cuerpo del Señor indignamente; me trago y me bebo mi propia condenación". Porque vivir en el egoísmo, eso es el pecado. Aquel que se la pasa contemplándose el ombligo es un pobre hombre que ya tiene el infierno en vida, que vive en el pecado.

-¿Qué entiende por pecado? 

- Pecar es negarse a amar. No hay pecado sexual: hay pecado contra el amor. Uno peca sexualmente cuando utiliza a una persona como cosa, como objeto. Por eso aquellos que pretenden decir: "Ah, bueno, pero yo tuve relaciones con una prostituta, para descargarme...", esos pecan doblemente. Están contribuyendo con su actitud a mantener un estado de esclavitud, aunque sea aceptado por la persona a la que esclavizan.

- Entonces son muchos los cristianos que viven en el pecado, que no aman. 

- Son todos aquellos que tienen una imagen desfigurada de Dios. Dios es para ellos el gran súper-yo-castrador y viven con Él una relación mítica, supersticiosa, mágica. Para ellos es un Dios que justifica la inmovilidad, un Dios que permite preguntas tales como "¿Y? ¿Qué vamos a hacerle si existen pobres y ricos?". Ése es el Dios que ataca Marx, ése es el Dios que hace creer a algunos que la religión es el opio de los pueblos. La verdadera fe cristiana, la auténtica fe en Cristo hace trizas esa creencia. Tener fe es amar al prójimo, y eso me moviliza a fondo, tanto como para dar la vida por mis hermanos, tanto como para brindarme íntegramente por ellos.

- ¿Inclusive hasta el punto de engendrar la violencia masivamente? 

- Ese es un problema demasiado complejo. Toda violencia es consecuencia del pecado del hombre, de su egoísmo. Ahora lo que sucede es esto: en concreto encontramos en América Latina - incluso en nuestro país- una situación de violencia institucionalizada.
Es la violencia del hambre. Como dice Helder Cámara "El general hambre mata cada día más hombres que cualquier guerra". Es decir que existe la violencia del sistema, el desorden establecido. Frente a este desorden establecido yo, cristiano, tomo conciencia de que algo hay que hacer y me encuentro entre dos alternativas igualmente válidas: la de la no violencia en la línea de Luther King o la de la violencia en la línea del Che Guevara; hablando en cristiano la violencia en la línea de Camilo Torres. Y pienso que las dos opciones son legítimas. Es erróneo tratar de ideologizar el Evangelio. Decir, por ejemplo, como he oído: Cristo es un guerrillero. Él, personalmente, no fue violento, sólo en algunos casos concretos cuando echó, por ejemplo, a los mercaderes del templo a latigazos. Es decir que Cristo fue solamente muy violento contra los ricos y los fariseos. Creo que la versión en cine menos alejada de lo que Él fue da Pier Paolo Pasolini en su Evangelio según San Mateo.

-¿Pero cuál es, cuál debe ser la actitud del cristiano ante lo que usted llama el desorden establecido, la violencia organizada del sistema? 

-Del Evangelio no podemos sacar en conclusión que hoy, ante el desorden establecido, el cristiano deba usar la fuerza. Pero tampoco podemos sacar en conclusión que no deba usarla. Cualquiera de las dos posiciones significaría ideologizar el Evangelio, que más que una ideología es un mensaje de vida. Pasará Marx, pasará el Che Guevara, pasará Mao, y Cristo quedará. Por eso pienso que es tan compatible con el Evangelio la posición de un Luther King como la ideología de un Camilo Torres.

-¿En cuál de esas tendencias se enrolaría usted? 

- Se me ocurre que actualmente en la de la no violencia. Como dijo Monseñor Devoto: "Yo no soy violento, pero no sé qué va a ser de mí si las cosas siguen así". Pero ojo: pienso que hay muchos que exaltan la no violencia ignorando lo que es. Porque Luther King, uno de sus principales teorizadores, fue asesinado. Es decir: la no violencia no es quedarse en el molde sino denunciar, poner bien de manifiesto la existencia de la violencia institucionalizada. Y para eso también hay que poner el cuero. Pero que esté claro: si yo ante el desorden establecido enfrento lo que llamo la contraviolencia y logro reducir la violencia total, es legítimo que la use. Pero si sólo exacerbo aún más la violencia del sistema contra el pueblo, no puedo menos que pensar que es contraproducente que la utilice.

-Un cristiano, ¿Tiene derecho a matar? 

- No lo sé. Lo que sí está claro es que tiene la obligación de morir por sus hermanos. Pienso que tenemos mucho miedo a la violencia por una actitud individualista. De repente nos escandalizamos porque alguien puso una bomba en la casa de un oligarca, pero no nos escandalizamos de que todos los días en las villas miserias o en el interior del país mueran niños famélicos porque sus padres ganan sueldos de archimiseria. La idea fundamental me parece que ésta: el cristiano tiene que dar la vida por sus hermanos de una manera eficaz. Cada uno verá de acuerdo con su ideología, de acuerdo con la valoración particular que haga de la realidad, con la información que tenga, lo que tiene que hacer.

-¿Cuál debe ser la función de un sacerdote en países desarrollados como Francia, Inglaterra o Italia? 

- Sin duda la misma que en la Argentina, en Bolivia o en Paraguay. También hay explotadores y explotador en Francia (el subproletariado argelino, el subproletariado español), hay miseria, hay villas de emergencia. Yo a esos países los llamo subdesarrollantes, porque son países que viven de los pobres.

-¿Qué piensa que deben hacer los sacerdotes en sociedades socialistas? 

-Cumplir con su función habitual: enseñar y amar. Yo no conozco China, pero tengo entendido que allí hay algo positivo: creo que ahora hay 700 millones de chinos que tienen pantalones y antes no sabían que era usarlos. Lo que me preocupa de China es que puede haber algo así como una especie de imperialismo cultural. Es decir, no me gusta que los chinos pretendan exportar su modelo de revolución a todo el mundo. Contra eso tendrían que combatir los sacerdotes, contra el dogmatismo político. Con respecto a los llamados países socialistas de Europa, pienso que son naciones que se encaminan cada día más rápidamente hacia el capitalismo, precisamente porque se metieron con corsé en el socialismo. De todas maneras no me cabe la menor duda de que los pueblos son los verdaderos artífices de su destino y, aunque yo personalmente crea que el sistema menos alejado de la moral y del Evangelio es el socialismo, se me ocurre que en la Argentina tenemos que hacer nuestra revolución, nuestro socialismo, que no necesariamente debe adaptarse a modelos preestablecidos. Además, estoy seguro de que ese proceso pasa, aquí, por el peronismo.

-¿Cuál debe ser para usted la ingerencia de la Iglesia en cuestiones económicas y políticas?¿Cómo justificar el poder económico, las relaciones de la Iglesia con el dinero? 
- No se trata de justificar sino de analizar. El gran escándalo del Concilio Vaticano II fue que se tuviera que hablar allí de la Iglesia de los Pobres, cuando lo natural es que si la Iglesia viviera de acuerdo con la orientación clarísima que le dio Jesucristo, de acuerdo a como fue la Iglesia los primeros siglos, cuando todos poseían sus bienes en común repartidos según las necesidades de los fieles, no debería haberse mencionado el asunto. El cristianismo empieza a degradarse cuando se desarrolla el espíritu de propiedad, y al reconocerlo Constantino (año 313) como religión oficial del Imperio, otorgándole a la Iglesia poder político. Lo natural, insisto, en el Concilio Vaticano, hubiera sido que se levantara un obispo y dijera: "Un momento. ¿Por qué la Iglesia de los Pobres? La Iglesia también es de los ricos". ¿Por qué? Porque la Iglesia también tiene que evangelizar a los ricos, entendiendo por evangelizar a los ricos, ayudarlos a dejar de serlo. Lo cual no significa que tire todo por la ventana sino que ponga todos sus bienes al servicio de la comunidad. Es evidente que es un problema, porque si viene un empresario católico y me dice: "Yo que me convertí, padre, yo quiero realmente vivir el Evangelio", no me queda otro remedio que contestarle que cambie radicalmente el enfoque de su empresa, dándole participación efectiva en las ganancias a todos sus trabajadores. Claro, así la empresa se va a fundir en 15 días porque la competencia la mata. Entonces la otra respuesta para un empresario que quiera vivir realmente el Evangelio está en que se platee seriamente el problema de la revolución.

-Eso es lo mismo que dejar de ser empresario. 
-No necesariamente. Si Alberto José Armando viene a mí y me dice "yo quiero cambiar" le contesto que bueno, que le saque todo el jugo a los capitalistas que lo rodean y que con su fabulosas inventiva le cree al pueblo situaciones en las que pueda ser realmente protagonista de su destino.

-A usted se lo acusa de pregonar una filosofía de vida casi rayana en el ascetismo, que no coincide con su manera de vivir, más acorde -se dice- con hombres de su misma extracción social. 

- Usted ve donde vivo: es un cuarto en una terraza de una casa de departamentos bacana, pero un cuarto al fin. Además es cierto: yo soy de origen oligarca, y eso tiene sus limitaciones. El hecho de que a mí nunca me haya faltado nada talvez haya relativizado mi visión de las cosas. Pero también es cierto que a la oligarquía la conozco de adentro y sé, efectiva, concretamente, cuales son sus corrupciones. De todas maneras a mí no me falta absolutamente nada, pero trato de que me sobren cosas.

-¿Cuáles son sus carencias afectivas?¿No se siente frustrado como hombre? 

- No me siento frustrado en absoluto. Pienso que desde el momento en que contraje el compromiso de ser célibe ante Cristo y ante la comunidad me debo a él. Por supuesto el celibato presume una lucha cotidiana. No solamente la lucha en cuanto se refiere al impulso sexual sino en cuanto a la soledad. El problema profundo no es el de la ausencia de contacto carnal, sino la soledad, así, simplemente. Esa es una tensión que vivo permanentemente y por la cual tengo que estar muy sobre mi mismo porque fácilmente se puede desvirtuar mi afectividad.

-¿Ese es uno de los principales conflictos que originó el éxodo de sacerdotes de la Iglesia? 

- Pienso que no, que las raíces de la crisis sacerdotal está en otro lado. Pienso que el sacerdote se siente inútil en muchos lugares; es decir: ha perdido el sentido de su vida. Para mí el sufrimiento más grande que puede tener un ser humano es sentirse demás y eso es lo que le pasa a muchos curas. 


CONTEXTO HISTÓRICO


El 29 de mayo de 1970 es secuestrado quien fuera presidente de facto Eugenio Aramburu por parte del grupo Montoneros lo acusaban de ser el responsable del bombardeo sobre la Plaza de Mayor el 16 de junio de 155, del golpe de estado del mismo año, de la desaparición del cadáver de Eva Perón y los fusilamiento de 1956. El 1° de junio el grupo dio a conocer un comunicado donde anunciaba que el ex militar había sido ejecutado. Al día siguiente Onganía decreta la pena de muerte por actos de terrorismo pero el 8 de junio las Fuerzas Armadas lo destituyen y nombran presidente al general Roberto Levingston. 
El 2 de julio estalló una bomba en la puerta del edificio de Gelly y Obes 2230 donde vivía Mugica, no hubo heridos, el cura no se encontraba ahí. Simultáneamente 4 hombres ingresaron a la Villa 31 buscando a Mugica pero tampoco lo pudieron hallar.
Mugica hizo la denuncia y de inmediato se marchó al a Córdoba al IV encuentro de sacerdotes del Tercer Mundo. Ese mismo día dos personas subieron hasta la terraza del edificio donde vivía, se equivocaron de puerta e ingresaron al departamento que ocupaba el encargado, al que amagaron con arrojar al vacío y al que utilizaron para dejarle un claro mensaje para el cura: la próxima vez no se salvaría. Como consecuencia de estos sucesivos acontecimientos violentos que tenían a Mugica como objetivo, su familia intentó convencerlo que dejara el país por un tiempo, pero se negó rotundamente.Mugica fue uno de los integrantes de la comitiva que acompañó a Peron en su regreso a la Argentina aquel 17 de noviembre de 1972, se subió al charter de Alitalia por expreso pedido del líder justicialista, también viajó su amigo Jorge Vernazza por solicitud del propio Mugica. El MSTM había designado Rubén Dri y Rolando Conccati pero ante los deseos de Perón se modificó la lista de viajeros. Vernazza y Mugica tomaron aquel avión sin consultar a sus superiores por temor a que le negaran el permiso, se ocultaron por unos días para no ser hallados, ninguno de los dos estaba dispuesto a perderse un acontecimiento de tamaña significación y decidieron correr el  riesgo de exponerse a una sanción.
Se aproximaban las elecciones y a Mugica se le ofrece una candidatura a diputado por el peronismo, la cual rechaza a sabiendas que de aceptarla sería sancionado por la jerarquía de la Iglesia. 
Mostraba su compromiso con la causa nacional y popular en cada una de sus acciones, rezó frente a los penales para reclamar la libertad de los presos políticos, también efectuó una huelga de hambre en la capilla Cristo Obrero de Retiro por el mismo reclamo.
El 9 de mayo de 1973 el presidente electo Hector Cámpora visitó la Villa de Retiro, donde fue largamente aplaudido y se quedó a comer un asado. 
El 25 de mayo día de la asunción de Cámpora, Mugica concurrió a la Plaza donde se lo vio festejar eufórico, luego ingresó a la Casa Rosada para presenciar el acto al que había sido invitado, también estuvieron presentes el presidente de Cuba, Osvaldo Dorticós, y el de Chile, Salvador Allende, este último mártir de la democracia y el socialismo quien fuera derrocado y perdiera la vida ese mismo año, dando inicio a la salvaje dictadura pinochetista.
Ese mismo día a instancias de Perón es nombrado como asesor en el Ministerio de Bienestar Social a cargo de José Lopez Rega, la condición para aceptar fue la de no recibir ninguna remuneración. Mugica consultó con amigos si debía aceptar o no esta designación, en definitiva primó la posibilidad que el cargo le permitiera hacer llegar más ayuda a las villas.
También fue uno de los gestores de la creación del Movimiento Villero Peronista (MVP) que al poco tiempo cayó bajo la influencia de la Tendencia Revolucionaria sector que respondía a  Montoneros, situación que no fue de su agrado, principalmente a partir del enfrentamiento de ese grupo con Perón. 
A poco de que Campora ganara las elecciones del 11 de marzo de 1973, Galimberti dispara unas declaraciones sumamente inconvenientes, lanzando la idea que se podían organizar “milicias populares”. En tanto Santucho del ERP anunciaba que esa organización de ninguna manera dejaría las armas y seguiría combatiendo a empresarios y Fuerzas Armadas. En abril de 1973 fue asesinado Hector Iribarren Jefe de Inteligencia del Tercer Cuerpo, con Cámpora en el gobierno muere en un atentado Dirk Klosterman, dirigente de SMATA.
La separación de Mugica de la Tendencia Revolucionaria comenzaba a hacerse notoria, cuando se realizó un acto en el estadio de Atlanta organizado por ese sector donde participaron Firmenich, Norma Arrostito, Galimberti y otros dirigentes Montoneros, desde las páginas del diario Mayoría Mugica señaló que en el mismo había muchos jóvenes pero muy pocos obreros y que había prevalecido la ideología por sobre la realidad.
Mugica se declaró contrario a que en la primera etapa del gobierno peronista se buscara agudizar las contradicciones, consideraba que la alternativa principal seguía siendo entre la dependencia y la liberación nacional. Consideraba parte del colonialismo cultural pretender plantear alguna otra opción por sobre aquella.El sábado 11 de mayo de 1974 a las 14:30 Mugica fue a la Villa de Retiro a jugar un partido de futbol, luego se dirigió a la parroquia San Francisco Solano ubicada en Zelada 4771 de la Capital Federal, donde a las 19 horas ofició una misa, en el último banco se había ubicado uno de sus asesinos, el subcomisario Rodolfo Almirón, jefe de la triple A.

"UNA VIDA PARA EL PUEBLO" - JORGE VERNAZZA


El presente libro consiste en una recopilación llevada a cabo por Jorge Vernazza, cuya información no fue expresamente escrita por el padre Carlos, son generalmente extractos de artículos publicados en revistas, periódicos, charlas, reportajes, etc. a los cuales se adhiere otra información que expresan el deseo de Vernazza de hacer llegar el mensaje del padre Carlos en este .
Vernazza y Mugica, fueron compañeros en el seminario de Villa de Voto, juntos participaron del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer , compartieron inquietudes teológicas, pastorales y  que desembocaron en dicho movimiento.
El Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo fue el contexto vital del padre Carlos Mugica, es el reflejo de su principal lineamiento ideológico. Aquí encuentra representado el punto de congruencia entre la política y la religión que tanto desea como camino de vida.
Dicho movimiento nació en el seno del sacerdocio católico en la argentina, impulsado por el choque entre exhortaciones y orientaciones de la misma iglesia que exigía a los cristianos participar en el cambio social y por otra parte la lamentable situación social en que algunos sectores sociales estaban inmersos. Pretendieron mediante la verdad presionar sobre la injusticia lo cual despertó reacciones y resistencias violentas, que surgieron de la misma injusticia institucionalizada vigente.
Les fue fácil a los poderes establecidos del dinero y de las armas desatar con todos los medios a su alcance una difamación de estos sacerdotes acusándolos de marxistas y subversivos. Ciertas declaraciones, y términos empleados por los sacerdotes del movimiento intentando crear justicia social crearon cierta oposición dentro del clero.
Entre los puntos de conflicto que tocan la doctrina se pueden mencionar: la adhesión de sacerdotes al movimiento revolucionario, o al socialismo; la socialización de los medios de producción; la posición respecto a la violencia.
Para entender con mayor claridad ciertos aspectos de la línea ideológica del padre Mugica es preciso sintetizar cuestiones que muestran el pensamiento del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo al cual Carlos M. adhería incondicionalmente: la situación de subdesarrollo en América Latina y Argentina (hambre, analfabetismo, desnutrición, enfermedad, etc.). Ven en los múltiples llamados que hace el magisterio a los cristianos a una mayor participación en la búsqueda de soluciones a este problema un desajuste e incapacidad de los mimos para incidir en la realidad, de desconocimiento de las coyunturas concretas, cotidianas de la gente.
Era la sensación de quedar al margen de la vida dura y seria de los hombres. Como reflexiones y descubrimientos en base a estas circunstancias surgieron algunas actitudes y declaraciones: no se podía aliviar solo los efectos, había que atacar las causas.
La caridad debe satisfacer ante todo las exigencias de la justicia hay que quitar las causas de los males, para que las personas se vallan liberando poco a poco de la dependencia externa y se vallan bastando por si mismos.
Jorge Vernazza
Hay que buscar un nuevo, viable y humano camino de liberación respecto al capitalismo que oprime a los pueblos. Proponen no un sistema de colectivización estatal sino un sistema de propiedad socializada. Insisten en la difusión del poder social como medio de liberación. Apoyan la socialización de la cultura y el poder, como camino que evite los extremismos lejos de llegar al comunismo.


LOS PENSAMIENTOS Y LAS HISTORIAS DEL PADRE MUGICA.


El “cura villero” adhirió incondicionalmente al Movimiento de

Sacerdotes por el Tercer Mundo y luchó incansablemente por mejorar las
condiciones de vida de la gente humilde. A continuación, transcribimos una
entrevista aparecida en el primer número de la revista Cuestionario, donde
Mugica se refiere a uno de los momentos clave de su vida, cuando su mundo se
derrumbó y comenzó su infatigable lucha por los pobres:


“Nací en el palacio Ugarteche, creo que lo llaman el palacio de los Patos y
siempre viví en Barrio Norte; el colegio, mis amigos eran todos como yo. Mi
familia tenía un honda fe cristiana y fui criado en un clima de piedad
religiosa; pero era una fe trascendentalista, muy preocupada por la 
salvación del alma, que no turbaba para nada la conformidad que sentíamos
hacia todo lo que nos rodeaba. El otro mundo, el mundo de los humildes, no
lo conocía. Me acuerdo sí, de un amigo del barrio, Giménez, hoy estanciero,
que era distinto; tenía una forma especial de hablar con los pobres:
simplemente se daba, me acuerdo de él por eso: porque se daba; se daba más
que yo. En aquella época tenía, sin embargo, ocasión de tocar las cosas del
pueblo; (…) Yo soy hincha fanático de Racing, me gustaba mucho ir a la
cancha. A mi padre no le sobraba la plata: éramos siete hermanos. Entonces a
mí me daba un peso por semana; la popular en ese tiempo valía
50 centavos… yo iba a la popular con Nico, el hijo de la cocinera. En la
cancha, durante el viaje de ida y al regreso, Nico y yo, compartíamos las
mismas cosas; además éramos iguales, bueno… bueno éramos todos iguales: era
la alegría simple del pueblo y Nico y yo estábamos allí. El mundo de la
burguesía, en cambio, es el mundo de las diferencias; está la puerta del
servicio y la entrada de la gente; una comida para el personal de servicio y
una comida para los patrones. Con el fútbol me agarraba unas ronqueras
bárbaras, pero, además tenía problemas de conciencia. Yo era muy piadoso… y
en mis oraciones le pedía siempre a Dios que ganara Racing el domingo, mi
hermano Alejandro era de River, y él le pedía a Dios que ganara River…yo
pensaba ‘ahora no se como se va arreglar Dios, y bueno…entonces habrá
empate’.”

Era un muchacho piadoso y, a mi manera, feliz. Primero, iba aprender que
había otra clase de felicidad…después lo otro: otra clase de piedad. Me
acuerdo que un día charlando con mi confesor, el entonces padre Aguirre, hoy
obispo de San Isidro, le dije: ‘Padre, hoy me siento un tipo feliz: primero,
porque hay una chica que creo me lleva el apunte; segundo, porque Fangio
acaba de ser campeón mundial y tercero, porque Racing va primero’. Esa era
toda mi problemática en aquella época. Pienso que mi vida se hubiera
derrumbado si Fangio volcaba con el coche o Racing perdía dos a cero. El
padre Aguirre se sonrió y me dijo: ‘Mirá, yo creo que la felicidad depende
de cosas más profundas…’; después lo descubrí. Un tipo extraordinario el
padre Aguirre, era un hombre que se daba, un hombre que vivía para los
demás. A él, después de Dios y mi madre le debo la vocación sacerdotal.
Además me hizo pensar por primera vez, que la felicidad
no está en las cosas de uno, sino en las cosas de los demás. Por todo eso,
creo que es una de las personas importantes en mi vida. Fue un encuentro
decisivo; el otro vendría mucho después… cuando estrellé con un letrero
escrito en el sueño de un callejón. Mi mundo era un mundo homogéneo y sin
conflictos, en el que, sin embargo, el padre Aguirre había abierto la
primera, pequeñísima brecha; todavía mi piedad y mi felicidad vestían su
vieja piel. Hasta los diecinueve años no se me había cruzado por la cabeza
que yo podría ser sacerdote. A los veintiún años entré en el seminario:
estaba todavía en tercer año de Derecho. La enseñanza que daban en el
seminario, la lectura y la meditación de la Biblia, donde está indicado
claramente que Dios viene por todos, pero que, principalmente Dios viene
para los pobres, me habían hecho ver que el sacerdote está llamado a una
vida austera, abierta a la vida de los humildes. Todavía era
seminarista y entré a trabajar al lado del padre Iriarte, hoy obispo de
Reconquista, que era teniente cura en la parroquia de Santa Rosa. El padre
Iriarte visitaba la gente de la parroquia; no la esperaba, la iba a buscar.
No se trataba solamente de ir con la palabra de Dios; se trataba de recoger
la palabra de los hombres. Tratábamos de hablar con la gente, de comprender.
Era un barrio popular y la gente humilde siempre tiene problemas; había por
supuesto, que evangelizar, llevar a cada uno la seguridad de que todos eran
hijos de Dios, pero aparte, había que tratar de llegar a todo lo demás. A
fines de 1954 y durante todo el año 55, íbamos con el padre Iriarte a
visitar a la gente en sus casas. Una vez por semana, íbamos a un conventillo
que quedaba en la calle Catamarca y charlábamos con la gente. Yo preparaba
unos muchachos que luego tomaron la primera comunión; los domingos jugábamos
al fútbol. Como en aquellas idas a la cancha con Nico,
era mi otra gran experiencia de ese mundo, el mundo de los humildes del
cual yo había vivido siempre distante. Pero esta vez, me iba a dar cuenta
que era más adentro, bien adentro.”

“Eran los días finales del gobierno peronista. En mi familia, mi padre
estaba prófugo y tenía dos hermanos en Villa Devoto. En el barrio norte se
echaron a vuelo las campanas y yo participé del júbilo orgiástico de la
oligarquía por la caída de Perón. Una noche, fui al conventillo como de
costumbre. Tenía que atravesar un callejón medio a oscuras y de pronto, bajo
la luz muy tenue de la única bombita, vi escrito, con tiza y en letras bien
grandes: ‘Sin Perón, no hay Patria ni Dios. Abajo los cuervos’. La gente del
conventillo me conocía bien, yo había intimado bastante con ella durante
todo ese tiempo (después seguí yendo, casi todo el año 56). Sin embargo,
para mí lo que ví escrito fue un golpe: esa noche fue el otro momento
decisivo en mi vida. En la casa encontré a la gente aplastada, con una gran
tristeza. Yo era un miembro de la Iglesia y ellos le atribuían a la Iglesia
parte de la responsabilidad de la caída de Perón.
Me sentí bastante incómodo, aunque no me dijeron nada. Cuando salí a la
calle aspiré en el barrio la tristeza. La gente humilde estaba de duelo por
la caída de Perón.”

“Y si la gente humilde estable duelo, entonces yo estaba descolocado: yo
estaba en la vereda de enfrente. Me acordé de María. Había ocurrido hacía
mucho tiempo; lo tenía olvidado. Un verano había ido con mi hermano, en las
vacaciones, al campo. Desde entonces les escribí a mis padres. En la
despedida de la carta había puesto: ‘Saludos a las sirvientas’. Cuando
volvimos de afuera María me dijo: ‘Carlos, nosotros no somos sirvientas:
somos seres humanos’. Era la misma cosa que el letrero del callejón. Si
María hubiera escrito en una de las paredes de mi casa ‘… somos seres
humanos’, bueno… se lo hubieran hecho borrar o tal vez la hubieran echado.
Sí, yo estaba en la vereda de enfrente. Ahora la gente pobre estaba de duelo
y debía pensar en el significado de esa tristeza. Cuando volvía a casa, a mi
mundo que en esos momentos estaba paladeando la victoria, sentí que algo de
ese mundo, ya, se había derrumbado. Pero me gustó.”

Fuente: Revista Cuestionario Nº 1, mayo de 1973.

MÁS SOBRE CARLOS MUGICA

SU FAMILIA

Carlos Francisco Sergio Mugica Echagüe nació el 7 de octubre de 1930, fue el tercero de siete hijos que nacieron del matrimonio de Carmen Echagüe y Adolfo Mugica.
Su madre era hija de terratenientes  de muy buena posición económica y descendiente de Pascual Echagüe quién fuera gobernador de la provincia de Buenos Aires y colaborador de Juan Manuel de Rosas para enfrentar la agresión anglofrancesa.
Su padre fue ingeniero civil y abogado, pero dedicó gran parte de su vida a la política como integrante del partido conservador al que representó como concejal entre 1924 y 1928, llegando a ocupar de manera interina la Intendencia de Buenos Aires en 1931, luego fue diputado nacional de 1938 a 1942 y Ministro de Relaciones Exteriores de Arturo Frondizi en 1961.
Carlos Mugica por lo tanto era integrante de una familia acomodada del Barrio Norte de la ciudad de Buenos Aires, su madre siempre tuvo la esperanza que su hijo fuera sacerdote, aunque su padre prefería que se destacara como profesional universitario.


SUS ESTUDIOS Y SUS GUSTOS

A pesar de la holgada posición económica de su familia,  Carlos Mugica hizo la primaria en el colegio público Cinco Esquinas de Libertad y Quintana,  concurría a misa a la Iglesia del Socorro y también a las actividades de la Acción Católica en el Santísimo Sacramento, allí  descubrió una pasión que lo acompañó toda su vida: el futbol, en general siempre se mostró interesado por los deportes al punto que llegó también a practicar boxeo, tenis y rugby.
El secundario lo comenzó en el Colegio Nacional Buenos Aires, sin embargo su desempeño no fue para nada destacado, por lo que decidieron cambiarlo de colegio luego de los dos primeros años pasando al Instituto Libre de Segunda Enseñanza donde cursó tercero y cuarto para regresar al Nacional Buenos Aires donde estuvo en 1947 y 1948 para recibirse esta vez sí con excelentes notas.
Finalizado el secundario se decidió por la carrera de abogacía, en la Facultad entabló amistad con Roberto Guevara De la Serna, a cuya casa concurría a estudiar y donde conoció a su hermano Ernesto que estudiaba Medicina y que todavía no era conocido como el Che.